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Politeísmo funcional de la modernidad: pensar la Comunidad Terapéutica (CT) en el siglo XXI

  • Foto del escritor: M E T H O D O S
    M E T H O D O S
  • 6 ago 2020
  • 10 Min. de lectura

Marcos David Silva Castañeda

Profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social

Universidad Nacional Autónoma de México


Resumen


Este ensayo analiza características de la modernidad para ponderar la atingencia de la Comunidad Terapéutica (CM) en la atención de las adicciones en el siglo XXI. Para ello, retoma problemáticas que la “agonía planetaria” (Morín, 2011) propone a las Ciencias Sociales a partir del multiuniversum y el “politeísmo funcional” de la sociedad moderna (Beristain, 1996).


Introducción


En el libro Las consecuencias perversas de la modernidad (1996) Giddens (1996), Bauman (1996), Beck (1996) & Luhman (1996) hacen una interesante descripción de la modernidad a partir de las discontinuidades temporales de su vida cotidiana. Cada autor traza esclarecimientos sobre los sistemas funcionales que la conforman. Bajo esta perspectiva, una manera alternativa en la que se puede pensar la modernidad es como un sistema que carece de estabilidad en la medida que omite cualquier vínculo intergeneracional con el pasado o el futuro: es un “politeísmo funcional” que incrementa ad infinitum las opciones de elección individual, sin embargo, concita un riesgo, paralelamente, tales libertades, en su conjunto, engendran déficits al resto del sistema.


La naturaleza de la vida cotidiana moderna es disruptiva a cualquier orden (Beriain, 1996). En esas coordenadas descuella una comunicación multidireccional que carece de cúspide, multiuniversum que interrumpe cualquier proyecto de interpretación convencional en el que el individuo coexiste con diversas problemáticas anímicas que se extienden a la naturaleza (entiéndase su entorno) entre las que podemos mencionar: la pérdida de seguridad ontológica (Giddens, 1996), la ambivalencia de Baumann (1996), el riesgo de Beck (1996) o la “agonía planetaria de Morín (2011).


En la obra de Morín (2011) el ser humano moderno vive en un desierto bilateral en el que predomina la ruptura de toda jerarquía, sustituida por una hetero-jerarquía de sistemas (Luhman, 1996), topográficamente interdependientes (ya que pertenecen al mismo multiuniversum), pero funcionalmente independientes (Luhman, 1996).


La “agonía planetaria” tiene dos horizontes espaciales: uno físico (como parte del deterioro de la biósfera de nuestro planeta), otro de orden anímico. En este último Morín (2011) ubica el “desierto interior”: estado psíquico (individual y colectivo) que se vincula con diversas problemáticas sociales, entre ellas: 1) la crisis de las escuelas; 2) el sentido de la ciencia (que puede llevar a la destrucción humana en una dimensión inimaginable a inicios del siglo XXI), la finalidad del conocimiento; 3) la construcción incierta de identidades; 4) finalmente, la que nos interesa en este ensayo, las adicciones (que a decir del mismo Morín (2011) es la gran pandemia del siglo XX[1], muy por encima del SIDA o de cualquier otra).


Estas cuatro grandes problemáticas mundiales de la modernidad han exigido el diálogo continuo de especialistas con muy variadas formaciones en los últimos 70 años. Sobresale, particularmente, el esfuerzo que ha implicado atender las adicciones que, por su complejidad, (i.e. proyección simétrica del politeísmo funcional de la modernidad), ha demandado la formulación de perspectivas transdisciplinarias que consideran su multicausalidad. Algunos hablan de trans-causalidad, una causalidad de las causalidades que vinculan a unas con otras, las modifican conforme se modifican aquellas, pero ese efecto, cambia a otras más, como ocurre con el metabolismo, por ejemplo. Este ensayo buscó, enunciativa que no exhaustivamente, pensar algunos rasgos característicos de la modernidad para ponderar la posible relevancia de Comunidad Terapéutica (CM) en la atención de las adicciones en el siglo XXI.


Desarrollo


La experiencia de la modernidad opera a través de paradojas. Un ejemplo podría ser la correspondencia entre espera y premura (evidente cuando contrastamos lo lento del pensar con la prontitud de la vida cotidiana). Sea como proceso o resultado el pensar es poco atractivo en la sociedad de la indeterminación avocada al deseo (inmediato) más que al diálogo. Pensar es una de las actividades humanas más áridas (Kant, 1981). Además de producir magros de resultados somos, por naturaleza, proclives a equivocarnos (dada la magnitud de nuestra ignorancia). Kant (1981) afirma no solamente que producimos poco, cuando pensamos, sino, además, lo que pensamos parte de tanta ignorancia que difícilmente podemos estar claros de nuestros avances ante el océano inacabable de lo que podemos o no conocer.


Pensar es una de las actividades humanas más áridas, pero también la más gratificante porque nos permite superar la imposibilidad autoinfligida de servirnos de nuestra inteligencia (sin la guía de otro). El sentido último del pensar para Kant (1981) es la autonomía (resultado último del pensar).


Empero, esa capacidad es una decisión personal (que resulta de “servirnos” de nuestra propia razón) más que una condición dada. La ausencia del pensar, por sí mismo, es la incapacidad humana, más apremiante de la modernidad, problemática a la que Kant (1981) dedicó gran parte de su obra. En la modernidad, pensar es relegado como experiencia incómoda por la velocidad de los cambios de la sociedad líquida. Esto lleva a una paradoja: una sociedad que está necesitada de pensar-se es incapaz de tolerar la lentitud de tan monumental esfuerzo, máxime si nos inscribimos en un multiuniversum que nos rodea de elecciones ad infinitum muchas de ellas incompatibles unas con otras. Si bien es reconocible los efectos en la vida cotidiana de tal limitación, resulta extravagante que la sociedad que más necesita pensar-se a sí misma, sea una sociedad inmersa, como ninguna otra, en una vorágine sin cúspide ni estabilidad ordenada por la emoción inmediata o primitiva del deseo.


Otra manifestación paradójica de la modernidad la podemos identificar en la incapacidad para asumir responsabilidades.


La sociedad líquida (Baumann, 2007) convive para y por la inmediatez. La espera se ha convertido en el más importante de los obstáculos, pero también liberar responsabilidades se ha transformado en irrenunciable objetivo. Esto incluye la construcción de vínculos afectivos (relegada y sustituida por la impronta de lo desechable, esto lo facilita las redes sociales, expresión tangible de la prontitud líquida de lo efímero). En la sociedad del consumo el número de nacimientos ha descendido a un número alarmante.


Para 2100 más de 23 países (que hoy tienen alto nivel de vida, que ofrecen esta impronta por lo inmediato y resistencia a las responsabilidades que demandan tiempo y lentitud) tendrán la mitad de población que tienen actualmente. Su calidad de vida, así como su viabilidad fiscal se diluirán lo cual es una paradoja: la sociedad moderna exacerba las elecciones libres del yo, pero también involucra repeler el conjunto de responsabilidades que son indispensables para que esa sociedad sea viable en el tiempo como lo es brindar atención involucrada a un hijo o hija, demanda ir más allá de las fronteras limitadas y estrechas del yo.


Sea como requisito de integración o como condición para desarrollar una identidad existe una permanente tensión alimentada del ímpetu frenético que la sociedad de consumo demanda en un multiuniversum de sistemas interconectados pero independientes (como ocurre con los teléfonos celulares, verbigracia). Condiciones que producen diferentes frustraciones configurándose, probablemente, el estado (individual y colectivo) más representativo de la sociedad moderna: nos referimos al hastío de verse impedido, en la atención de los deseos, por la lentitud en relación con la vorágine siempre mutable de los fines, creándose un estado de permanente insatisfacción. Baumann (2007) lo plantea en estos términos:


En la sociedad de consumidores nadie puede convertirse en sujeto sin antes convertirse en producto, y nadie puede preservar su carácter de sujeto si no se ocupa de resucitar, revivir y realimentar a perpetuidad en sí mismo las cualidades y habilidades que se exigen en todo producto de consumo. La “subjetividad” el “sujeto”, o sea su carácter de tal y todo aquello que esa subjetividad le permite lograr, está abocada plenamente a la interminable tarea de ser y seguir siendo un artículo vendible. La característica más prominente de la sociedad de consumidores por cuidadosamente que haya sido escondida o encubierta es su capacidad de transformar a los consumidores en productos consumibles, o más bien de disolverlos en un mar de productos (…) (Baumann, 2007, 25-26).


Las reflexiones de Baumann (2007) apuntan hacia las consecuencias destructivas de los patrones de consumo contemporáneo algunos las califican incluso como perversas porque pueden concitar una inclusión desigual (i.e., eres integrado siempre y cuando seas capaz de consumir quedando excluido en la medida de tu capacidad (o no) de consumo). El multiuniversum depende de la vigencia de tales patrones de interacción (que incluye la economía ilegal, como la comercialización de drogas ilícitas).


La sociedad de consumo podría sintetizarse en la idea de progreso decimonónica y, sobre todo, la aspiración de una mejora material continua (Martínez, 2011) que ha llevado a uno de los negocios más lucrativos del mundo pero que resume la sociedad en la que vivimos: las adicciones.


Según el informe de las Naciones Unidas (ONU, 2018) las drogas ilícitas generan más de 400, 000 millones de dólares anuales. Estas ganancias multimillonarias contrastan con los costos sociales, podemos mencionar, cerca de 190 000 muertes prematuras ocasionadas por el consumo de drogas ilícitas en el mundo (ONU, 2017); por violencia y extorsión del crimen organizado, afectaciones al orden institucional, en diferentes países (ONU, 2017); limitaciones al libre acceso de la justicia que emana de las afectaciones al sistema de justicia y seguridad pública por la corrupción (ONU, 2017); conexiones entre terrorismo, guerras civiles y narcotráfico inscritas, v.gr., en el caso Talibán, el 85% de la zona de cultivo de opioides se da en territorio talibán (ONU, 2017) (en Colombia los grupos guerrilleros producían un porcentaje similar de drogas entre 1980 y 1990); además de múltiples delitos realizados por el crimen organizado financiados y operados por las redes del comercio internacional de drogas ilícitas.


Ante tal problemática, corolario de la modernidad en la que vivimos, se han desarrollado diversos modelos de atención. El primero de ellos fue el modelo médico de Gallagher, propuesto en 1952 (García del Castillo, 2012), fundado en los planteamientos de la salud pública e inscritos la visión médica de la Organización Mundial de la Salud (OMS), extendió su atención a diversas problemáticas propias a la salud, entre ellas la reproductiva, donde se incluía riesgo de embarazo, perinatal, cáncer de cuello uterino etcétera, así como aquellas relacionadas con la de salud mental, en las que se inscriban el uso y abuso de drogas.


Tal oferta se configuró como la primera “gran respuesta” a la problemática ya urgente en 1950. El consumo de drogas, alcohol y tabaco, en ese momento, era ya una epidemia mundial. El modelo médico inició los esfuerzos por atender la problemática. Década tras década, de 1952 a la fecha, la construcción de modelos de explicación para las adicciones se ha ido proponiendo como: el sociocultural, psicológico, cognitivo conductual etc. Cada uno de los modelos ha buscado contestar una pregunta, aparentemente sencilla, pero que han absorbido recursos humanos, económicos, académicos, así como los mejores años de vida de grandes pensadores que se han propuesto coadyuvar a responderlas, nos referimos a la siguiente pregunta: ¿qué alternativas existen, para la atención y prevención de las adicciones, siguiendo el razonamiento de Morín (2011), para organizar socialmente la vida cotidiana en una lógica inversa a las adicciones?


Imagen: Canva


Una de las respuestas que se han elaborado ha sido el del Modelo de Comunidades Terapéuticas (MCT) que lejos de ser una propuesta puramente de atención ofrece una elaborada propuesta para lograr una socialización fuera de las drogas. Implica el impulso de un conjunto de los recursos humanos, incluyendo aquellos que pudieran no tener ninguna relación con el problema de las adicciones, lo que convierte un modelo de atención en un microcosmos social. Cada persona forma parte del proceso terapéutico. Tal vez el ejemplo, más sobresalientes de Comunidad Terapéutica (CT) lo encontremos en Holanda.


Las Comunidades Terapéuticas (CT) se proponen sustituir las dinámicas de interacción humana de la sociedad moderna de la adicción, a otra fuera de ellas, por eso se piensa en una comunidad. El Modelo de Comunidad Terapéutica (MCT) es entonces una invitación a considerar no solamente que las adicciones son un fenómeno multicausal, sino, además, que éste es esencialmente social en el que participan, agregadamente, los seres humanos en su gestación (por eso integra un microcosmos social para su atención). Evidentemente, cada elemento configura un todo que abre un espacio para interacciones humanas fuera de las adicciones.


Así como se es parte de la modernidad, como experiencia cotidiana, se podría, en su caso, formar parte de una Comunidad Terapéutica (CT), como agregado interpersonal colectivo en el que, diariamente, se colabora en su construcción (De León, 2004) para encontrar formas de socialización alternativas. Para lograrlo es necesaria la corresponsabilidad, así como la relevancia del papel de la libertad en la toma de decisiones, elementos distintivos de una Comunidad Terapéutica (CT); es una propuesta que rompe con los esquemas monocausales para atender las adicciones construidos desde hace más de siete décadas, involucra un proceso inverso que incluye pasar de la indiferencia social a la solidaridad comunitaria.


Solidaridad, corresponsabilidad, así como la relevancia del papel de la libertad y de las decisiones / acciones individuales son condiciones de socialización distintivas del Modelo de Comunidades Terapéuticas. Es un modelo que rompe con muchos de los esquemas monocausales para atender y prevenir las adicciones construidos desde hace más de siete décadas (Cuatrocchi, 2008).


La propia experiencia fenomenológica de vivir en la modernidad nos inscribe en la iterativa reproducción de la “agonía planetaria”. Las adicciones, para su atención y prevención cierta, abreva reconocer nuestra participación diaria en su gestación (aún si no somos usuarios). El modelo de comunidades terapéuticas, entonces, invita a reconsiderar una problemática que, hasta nuestros días, es definido con alcances individuales o familiares pero que, en realidad, son sociales, la misma naturaleza de la modernidad abre las condiciones para que las adicciones se desarrollen.


Conclusiones


Será deseable ahondar en el Modelo de Comunidad Terapéutica implementado en Holanda, país que ha dado un giro a la atención de las adicciones al ubicar su génesis no en el individuo como en la sociedad apoyándose en esta propuesta terapéutica multidisciplinaria, en ese país se ha reconocido que las adicciones son una manifestación de la “agonía planetaria” (Morín, 2011).


Las adicciones son un efecto colateral de la modernidad que habremos de continuar estudiando en las décadas por venir. En futuras discusiones será deseable ahondar en el MCT porque el multiuniversum moderno concita la génesis de diversas problemáticas humanas como vínculo en la polifonía de sistemas sin cúspide que es la modernidad, con esa prospectiva fue escrito este breve documento.



BIBLIOGRAFÍA

Baumann, Z. (2007). La sociedad líquida México: FCE.

Baumann, Z. (2007). La sociedad de consumo México: FCE.

Beriain, J. (1996). Las consecuencias perversas de la modernidad. Barcelona, España: Antropos.

Cuatrocchi, E. M. (2008). La adicción a las drogas: su recuperación en comunidad terapéutica . Argentina: 2008.

Davenport-Hines, R. (2003). La búsqueda del olvido. Historia global de las drogas, 1500-2000. FCE: México.

De León, G. (2004). La Comunidad Terapéutica y las adicciones . España : Ed. Desclee de Brouwer - Bilbao .

García del Castillo, J. A.-S. (2012). Estrategias de intervención en la prevención de drogodependencias . Madrid : Editorial Síntesis.

Kant, I. (1981). ¿Qué es la Ilustrasción? México: FCE.

Lafayet, J. (2013). Octavio Paz en la deriva de la modernidad. México: FCE.

Martínez, L. M. (2011). Juventud, cultura y consumo de sustancias en contextos escolares. México: Porrúa.

Morín, E. (2011). ¿Hacia dónode va el mundo. Barcelona, España: Paidós.

Morín, E. (2011). Morín, E. ¿Hacia dónde va el mundo? Barcelona, España: Paidós.

ONU. (2018). Informe Mundial de las Naciones Unidas 2017. ONU.


NOTA AL PIE


[1] Davenport-Hines (2003) llamaría a este fenómeno de la modernidad el apetito de “estar en la droga” o el “consuelo escapista”.


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Methodos: Idea original del consejo directivo.

ISSN: En trámite.

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